Un cuento de Juan Pablo Pulido para nuestra serie Cuentazos con efectazos.
Los patines del flamenco
Ese domingo, era el día deportivo en la Guajira y los animales se preparaban para competir en diferentes modalidades. Un pasacalle anunciaba “Ciclismo, tejo y patinaje”, otro decía “Ula-Ula, tiro y canotaje”.
Los periodistas confirmaban el favoritismo del conejo de monte en velocidad. –Ese primo no conoce límites, decían. La tortuga debía ganar en ajedrez, y la cigüeña del llano en salto triple. Todo estaba a punto.
De pronto, el flamenco llegó a la zona de competencia. Traía patines recién comprados en Maicao y sin mediar palabra comenzó a burlarse de los otros animales: –Tú vas a ganar por una nariz, le dijo a la danta feliz. Al oso de páramo le gritó: –Oye tú, cuatro ojos, ajústate esos anteojos.
Y así estuvo burlándose de los otros competidores.
Cuando por los parlantes se anunció la carrera en patines, los animales inscritos corrieron al partidor.
Sin embargo, estando en la raya, nada que sonaba la señal de partida, y todo porque el flamenco al tener las patas tan largas, no alcanzaba a ajustarse sus propios patines.Sin correr el pájaro rosado ya sudaba la gota fría.
Entonces, el pulpo le amarró los patines para que pudiera competir, mientras que el zorro se le acerca y en voz baja le dice: –Menos mal todos somos diferentes, unos tienen lo que a otros nos falta.
El pulpo prueba la rueda y dice: –¡Estamos listos!
Al mismo tiempo, el oso de anteojos murmura: –Así es más fácil ayudarnos unos a otros, ¿qué tal que todos fuéramos iguales? Qué aburrición.
Así todos pudieron partir en igualdad de condiciones. Y la carrera estuvo buenísima. Al final todos ganaron un poco, sin importar ni su tamaño ni su velocidad.
Desde ese entonces el flamenco rosado se siente muy afortunado por tener tantos amigos, y todos tan diferentes.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Zapatito roto mañana te cuento otro.
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