Cuento creado por Andrés Huertas o para nuestro programa Territorio Mágico.
La cita ineludible
El viejo y arrugado Víctor se enteró por un telegrama, que su abuelo le envió desde un lugar desconocido, que la muerte lo iría a buscar el martes siguiente a las 7 y 35 de la mañana.
Al principio se asustó, porque le gustaba vivir, pero luego se le ocurrió un plan y vendiendo todo lo que tenía, compró el reloj más fino del mundo y, con cuidado, le quitó el número siete, corrió los otros, y se lo mandó de regalo a la Muerte.
Ella se lo puso feliz y le mandó a dar las gracias, pero al martes siguiente no encontró la hora para ir a buscarlo y Víctor no se murió.
Víctor aprovechó el tiempo para subir a la montaña más alta. Y al martes siguiente, la muerte confundida se quedó dormida, y Víctor se fue al fondo del mar a jugar a las escondidas con los tiburones.
Y así fue por largo tiempo, la Muerte no encontraba el momento de ir a buscar a Víctor para llevarlo al lugar desconocido.
Pero cuando ya tenía más arrugas que años, Víctor se despertó una mañana y descubrió que estaba aburrido: ya había volado por las nubes y escrito varios poemas de amor, ya había tenido nietos y bisnietos y comido saltamontes fritos y volado a la luna, de manera que él mismo compró el reloj más barato que pudo conseguir, y se lo llevó a la Muerte.
Ella se lo puso en la muñeca y le dio las gracias. Los dos se quedaron charlando sobre las cosas de la vida hasta el martes siguiente, y a las 7 y 35 la Muerte le cerró los ojos, Víctor se desperezó y se quedó dormido para siempre.