4 Abril 2017
Escoger un regalo para un niño... pocas cosas son tan difíciles como eso. Queremos que le guste, que lo disfrute y que ojalá se convierta en su favorito. Sabemos que para lograrlo necesitamos conocer sus gustos, mirar a qué se dedica durante el día, escuchar de qué habla y tomar nota de las preguntas que hace. Cuando reunimos toda esa información y nos decidimos por fin por los bloques para construir, preguntamos con ansiedad:
- ¿Te gustó?
La respuesta no siempre es inmediata pero si es afirmativa o si usa nuestro regalo nos llenamos de felicidad. ¡Misión cumplida!, ¡hasta lo lleva a los paseos! Nuestra dicha es grande por haber acertado en esta ocasión pero... ¿pasaría lo mismo si ese regalo fuera un libro?
La lectura es uno de esos temas que preocupa a la mayoría de los adultos, sobre todo cuando vemos que los niños están poco interesados en los libros. Hay un punto en el que ya no sabemos qué más decirles acerca de los beneficios de la lectura, de la importancia de leer, de lo fundamental que es para sacar buenas notas en el colegio... Y vemos cómo nuestra tarea —y la de la escuela— se ve amenazada por otros factores aparentemente más atractivos como la televisión, las películas, los amigos, los videojuegos, Internet, etc.
Preguntémonos por un momento: ¿Nosotros leemos? La respuesta nos trae naturalmente otras preguntas acerca de por qué lo hacemos o por qué no, qué nos gusta leer y qué no, cuándo dejamos de hacerlo o si nunca hemos tenido ese hábito. En una entrevista para MaguaRED el escritor y poeta caucano, Horacio Benavides, dijo: “Yo creo que si nos olvidamos un poco de enseñar y nos dedicamos más a mostrar algo que nos alegra y que nos llena de entusiasmo porque es una elaboración preciosa, le vamos a ayudar mucho al niño a llegar a los textos”.
Pensar en esto nos deja ver algo importante: del ejemplo también se aprende a leer. Los chicos observan todo lo que los adultos a su alrededor hacen, los imitan, se preguntan por qué nos sentimos atraídos por ciertas cosas y quieren descubrirlas ellos también. Su fascinación actual por los celulares es a la vez un reflejo de nuestros hábitos.
En la misma entrevista el poeta afirma: “Lo primero es querer un texto, saber que es bueno y luego, leerlo muy bien; porque quien lee muy bien, encanta”.
¿Y cómo saber si un libro es bueno o si a nuestros niños les va a gustar?
Siguiendo con la escogencia del regalo, fácilmente podremos ver el valor de consultar un par de catálogos o hacer algunas preguntas pertinentes a algún experto, ¿no? Escoger un libro no tiene por qué ser una experiencia angustiosa y por eso creemos importante compartir algunas claves para hacerlo más sencillo e incluso divertido.
1. Buscar una lista de recomendados
Existen editoriales y librerías especializadas en literatura infantil que ofrecen obras asombrosas de escritores e ilustradores de Colombia y de todas partes del mundo. La Fundación para el Fomento de la Lectura (Fundalectura) publica cada año un catálogo llamado “Libros altamente recomendados para leer y compartir”, una recopilación de títulos que, en palabras de esa institución, “nos transportan a universos únicos y nos permiten conversar con mil y un personajes, unir nuestros sentimientos a los suyos; esos que despiertan nuestra curiosidad y ganas de aprender sobre las maravillas de este y otros mundos”. También se pueden buscar listas en Internet —abundan— con libros recomendados para niños. Leer sobre los temas que abordan, ojear las reseñas de la crítica y consultar aquellos que han obtenido reconocimientos a nivel mundial, puede ser información que ayuden en la elección.
2. Preguntar a un bibliotecario
Siempre se puede buscar una recomendación sincera —y sin el interés de vender— en un bibliotecario: estas personas viven rodeadas de libros y de niños, así que conocen muy bien qué temas les llama la atención, qué personajes los conmueven según su edad y cuáles son esos libros que nunca fallan. Incluso un primer experimento para observar las reacciones de nuestros niños podría ser llevarles a casa un libro de la biblioteca, explorarlo juntos y hacer que ese momento sea especial. Podemos acudir, por ejemplo, a alguna de las bibliotecas de la red de Bibliotecas Públicas o a las bibliotecas comunitarias.
3. Preguntarse: ¿qué les gusta, les da miedo o los preocupa?
Hace poco Mi Señal habló con algunas niñas y niños para preguntarles si les gustaba leer. Quienes dijeron que sí recomendaron incluso su libro favorito: El Principito, Alicia en el país de las matemáticas y El caballero de la armadura oxidada, figuraban entre ellos. Quienes dijeron que no, nos contaron que leer les parecía una actividad muy pasiva. Pero cuando les preguntamos si leerían libros en los que se hablara de bicicross —su deporte favorito— la mayoría se sorprendió y respondió que sí.
Los gustos de los niños, los sentimientos que están descubriendo, las situaciones por las que están pasando, las preguntas que se hacen constantemente, los miedos que tengan… todo esto seguramente ya ha sido abordado por un algún autor en un libro o cuento, con palabras o sin ellas, y es la oportunidad perfecta para que los chicos, en la intimidad de la lectura, se sientan acompañados y procesen lo que les ocurre. El placer de leer también se descubre así, en lo que llevamos por dentro y que un libro nos permite alivianar.
La escritora colombiana Yolanda Reyes, en una entrevista para el portal argentino Educ.ar, afirma: “La literatura es subversiva porque se atreve a nombrar nuestras zonas monstruosas, conflictivas, ambiguas o secretas, por eso a los niños les gusta la literatura. Yo creo que leemos para poder irnos de viaje, como Max, en un barco particular, a Donde viven los monstruos, para mirar fijamente sus ojos amarillos, sin pestañar ni una sola vez y convertirnos por un rato en el Rey de Todos los Monstruos”.
Tan diversos como los posibles regalos de una gran juguetería son los libros para los niños —y no por ser para ellos se hacen menos interesantes para los adultos— . La magia está en encontrarlos, en participar en trueques de libros o explorar las ofertas de segunda mano, en tener en cuenta aquellos formatos poco tradicionales como los cómic o las novelas gráficas, en compartir los descubrimientos y los viajes que las historias ofrecen. Tal vez seamos ese adulto oportuno que nuestros niños necesitan para abrir las puertas al mundo de la literatura.