27 Septiembre 2017
Es difícil comprender que el mar de San Andrés tiene siete colores hasta que lo tenemos frente a nuestros ojos, que de algunas montañas brota agua caliente hasta que conocemos el nacimiento de un termal en Risaralda o que el algodón de la ropa viene de una planta hasta que contemplamos uno de los cultivos del Valle del Cauca.
Es cierto que hoy tenemos acceso a muchísima información a través de internet, que podemos viajar desde el sofá de nuestra casa —al mejor estilo de Juani & Gatón— gracias a los libros, las películas y la televisión; que programas como Mis Juegos, Kika & Bob, Mi Señal, mi huella y La lleva le muestran a los niños la diversidad de nuestro país, la variedad de geografías que hay en el planeta y la cantidad de acentos que se pueden escuchar en Colombia. Sin embargo hoy nos preguntamos, ¿valdría la pena viajar más con los niños?
Hace unos días en Mi Señal conocimos a Daniela, una scout de 10 años que vive en La Paila (Valle del Cauca) y para quien lo chévere de los viajes es que puede aprender, conocer personas y vivir nuevas experiencias.
Cuando viajamos nuestros sentidos se abren para sorprendemos con olores, colores, ritmos y sabores que no conocíamos. Nos damos la oportunidad de valorar diferentes maneras de ser y vivir, aceptamos que el tiempo pase a un ritmo distinto al de todos los días, nos ponemos el reto de superar las dificultades que se nos presentan en el camino y fortalecemos nuestros lazos familiares porque nos conocemos mejor, nos reímos, jugamos y disfrutamos juntos de la misma aventura.
Muchas veces pensamos que el aprendizaje de los niños es un asunto del colegio, pero ¿hay algo más placentero que aprender por fuera del salón de clase? A ellos les encanta sentir que saben cosas nuevas, que con cada paso que dan están descifrando algún misterio y que cada destino está lleno de aventuras y descubrimientos.
Y no es necesario que los viajes sean muy lejos o de muchos días para que tengan un significado. Conocer un pueblo, un municipio o una ciudad vecina siempre será una gran oportunidad para disfrutar, aprender, observar, hacer muchas preguntas, entrar en contacto con la naturaleza y maravillarse con ella, e incluso para darse cuenta de que es posible sobrevivir sin pantallas o videojuegos, y de que la diversión también está en lugares distintos al centro comercial.
Viajar para combatir el encierro
La rápida urbanización de las ciudades, la inseguridad en muchas de ellas y la carga de trabajo de los padres, han hecho que poco a poco las dinámicas de barrio como jugar con los amigos en la calle o en el conjunto, vayan desapareciendo. Cada vez más los niños crecen encerrados en casa y con pocas posibilidades de realizar actividades que los pongan en contacto con otros de su edad o que los impulsen a desarrollar su motricidad.
Por eso, aunque el partido de micro en la cuadra o las cogidas empiecen a ser reemplazadas por el computador o los videojuegos, siempre podremos tomar a los niños de la mano e invitarlos a hacer una caminata, despertar su curiosidad llevándolos a un lugar nuevo, planear un paseo con ellos, construir una cometa para volarla en el mejor punto de la ciudad, y ayudar a escribir las memorias de su niñez recorriendo paisajes.
Aprovechemos que estamos en las vacaciones de fin de año para planear ¡un gran viaje en familiar!