8 Marzo 2018
“Yo vivo con mis papás y con mis hermanas. Mi papá, cuando llega a la casa, se quita los zapatos y se pone a ver televisión, y siempre nos pide que le quitemos las medias, que le prendamos el televisor y que le busquemos el control”, Honey (10 años).
A Honey la conocimos en Cartagena en uno de los viajes de Mi Señal. En esa ocasión conversamos también con Sari (10), Carolai (12), Reichell (11), Emma (8) y Ángela (10), y nos dimos cuenta de algo: todas coincidían en definir a las niñas como “flores delicadas”, poco fuertes, más débiles que los hombres y más responsables de las tareas de la casa.
Marzo, con el Día Internacional de la Mujer a bordo, es uno de los meses ideales para preguntarnos cuál es el lugar que le damos a las niñas en la casa, en el colegio, en el espacio público, en la sociedad. Si ellas se perciben como débiles, ¿cómo van a exigir respeto cuando se sientan vulneradas?, ¿de dónde van a sacar el valor y la fuerza para imponerse en las relaciones de poder o a las situaciones que las oprimen?
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Una de las respuestas, aunque suene un poco fuerte, es que no pueden hacerlo solas. Así lo escribe Anne-Birgitte Albrectsen, directora ejecutiva de Plan International, en la publicación Liberar el poder de las niñas (2017):
Del miedo a la acción
Taller de robótica del Colegio Distrital Ofelia Uribe (Usme, Bogotá).
Para que las niñas rompan con el miedo y con la sensación de vulnerabilidad que las acompaña es importante que les ayudemos a fortalecer su autoestima y su autonomía. Las palabras de un padre o una madre que te dicen que debes estudiar para ser independiente y no estar con nadie que te someta, se quedan para siempre.
Cada niña necesita sentirse valorada, ver que su opinión cuenta, descubrir que tiene “madera” de líder y que puede expresar lo que piensa y siente con tranquilidad. Y no se trata de condescendencia, de decirles que lo hicieron muy bien solo porque son niñas; es reconocer sus talentos, alentar sus capacidades y desafiar el orden socialmente aceptado de las cosas.
Ocurre lo mismo con los maestros y profesores: ellos son los ejemplos que los chicos ven cada día y se convierten en una voz de apoyo y autoridad importante a la hora de conversar acerca de la desigualdad de género, los estereotipos, las normas sociales (lo que los miembros de una comunidad consideran como aceptable) y las dinámicas familiares injustas.
¿Qué más podemos hacer los adultos para que las niñas se sientan menos como flores delicadas y más como guerreras valientes? La Fundación Plan tiene algunas pistas:
- Crear oportunidades en la casa y en el colegio en las que las niñas puedan desarrollar su capacidad de liderazgo y descubrir que ellas también pueden “estar a cargo”.
- Analizar con los chicos situaciones reales o hipotéticas de lo que convencionalmente se entiende por feminidad y masculinidad. Niñas y niños experimentan una gran presión social frente a lo que se espera de ellos según su género.
- Identificar modelos femeninos positivos en las familias, en la comunidad y en el mundo. A veces la vida de otras personas puede inspirar nuestras decisiones.
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- Promover el cuidado de las niñas en las comunidades. Expresarse en contra de la violencia, no normalizarla, no ignorarla. Darles la mano a las niñas cuando son explotadas, discriminadas y silenciadas.
- Reconocer y apoyar el valor que muchas niñas tienen para hablar acerca de lo que no les gusta o les parece injusto. Ellas saben que quien se atreve a ser diferente corre el riesgo de ser señalado y aún así deciden hacerlo.
- Dejar de pensar en las niñas como futuras esposas o madres o como las encargadas de las tareas de cuidado y empezar a verlas como personas capaces de tener logros, de hacer carrera, de tomar sus propias decisiones.
- Motivarlas a tener conversaciones en sus propias casas acerca de las situaciones que ellas consideren desiguales. Dialogar y lograr un cambio les va a demostrar que tienen el poder de cambiar las situaciones que se les presenten.
- Invitarlas a ser ciudadanas activas: que opinen, voten, participen. Lo que muchos esperan de ellas es que sean sumisas y calladas y esa es la postura que hay que desafiar.
- Generar espacios en los que sus voces sean escuchadas por líderes comunitarios, organizaciones, políticos y por todos aquellos que tomen decisiones que puedan cambiar las dinámicas sociales y equilibrar la balanza de géneros.
En marzo podemos romper el silencio, podemos darle una mano a las niñas y en la otra, con cariño, entregarles su autonomía, darles la voz y sumarnos a su equipo para que con su fuerza y nuestro apoyo decidido logremos cambios reales y duraderos.