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¿Deciden los niños su identidad o lo hacemos nosotros por ellos?

¿Deciden los niños su identidad o lo hacemos nosotros por ellos?

jargaez@rtvc.gov.co

13 Junio 2017

"A veces me confunden con una niña, pero ya mis amigos están acostumbrados", dice Nicolás, de 10 años. Él afirma que tener el pelo largo lo hace único y especial, por eso cuando le preguntan por qué no se lo corta, responde: "Porque me gusta".

Construir una identidad y defenderla

“¿Quién soy?” es sin duda una de las preguntas más difíciles que nos hacemos a lo largo de la vida. Nos la recuerdan en el colegio en clase de Filosofía y desde allí nos persigue en cada etapa de la vida. A este incómodo interrogante usualmente lo acompañan otros como: “¿Soy quien quiero ser?”, “¿cómo quiero que me vean los demás?” o “¿qué quiero hacer en la vida”.

El derecho a la identidad, a veces visto solo como el derecho a un nombre, un número de registro civil y una nacionalidad, incluye también el derecho a construir lo que se quiere ser. La familia es el lugar en el que los niños se fortalecen y se llenan de argumentos para defender quienes son.

Esta identidad se refleja en lo que nos gusta hacer, en cómo nos queremos vestir, cómo nos expresamos, qué colores preferimos, cómo nos gusta vernos, etc. Y estas decisiones, algunas aparentemente más profundas que otras, también están relacionadas con el autoestima.

Mira también → ¿Quién soy? - Capítulo completo de ¿Qué harías tú? (II) 

¿Y esto cómo es para los niños?

Los niños empiezan a definir y construir su identidad en los primeros años de vida a partir de lo que observan, comunican y deciden incorporar o no de la cultura a la que pertenecen. Ellos seleccionan, siguen sus intereses y toman una postura frente a los estereotipos guiándose por lo que perciben de sus adultos cercanos. Esto quiere decir que si sus familiares o cuidadores, por ejemplo, no se cuestionan acerca de los roles, juegos, colores o actividades que supuestamente les corresponden a niños y a niñas, ellos asumirán que eso ese es el “deber ser” de las cosas.

Así mismo, si escuchan que sus padres utilizan expresiones como: “Corre como una niña”, “llora como una niña”, “eso es de niña” o “así no se comporta una niña”, “hable como un varón”, etc., la imagen que tendrán los niños de ellas, y las niñas de sí mismas, será de inferioridad. Y estas ideas sin duda los acompañarán hasta la adultez e influirán en su manera de relacionarse con los demás.

En la construcción de la identidad y el fortalecimiento del autoestima también juegan un papel importante la autonomía (que puedan hacer cosas por sí mismos, que puedan ser); la participación (decir y decidirse por aquello que les gusta); la confianza (no sentir vergüenza de expresarse ni mostrarse como son); y el afecto: un niño solo puede quererse a sí mismo cuando lo quieren y cuando siente que es importante para alguien, porque así aprende también a querer y a sentir afecto por otros.

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Diferentes pero con los mismos derechos

A las niñas cada vez las impulsan más a que sueñen con cualquier tipo de profesión y se movilicen hacia ello: que sean científicas, presidentas, líderes, ingenieras... Pero, ¿impulsamos a los niños a que persigan sus sueños de ser bailarines de ballet, enfermeros, gimnastas o diseñadores?, ¿los consolamos cuando lloran y los alentamos a que sean sensibles? o ¿creemos que los roles vistos como “femeninos” tienen un menor estatus?

Conversar con ellos, valorar la diferencia y la pluralidad, y ver a los otros como seres humanos semejantes, son algunas de las tareas que como adultos podemos hacer para que cada vez haya más niños que se sientan únicos y orgullosos de ello, y entiendan el valor del respeto hacía sí mismos y hacia los demás.

 

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